El podcast salvó a la estrella de la radio

En 2010 se publicó el libro «Podcasting, Tú tienes la palabra», que todavía puedes comprar en papel o descargar de manera gratuita en pdf o epub. Rescato de él el capítulo que escribí en su momento, llamado El podcast salvó a la estrella de la radio, dado que creo que no ha perdido vigencia con los años al tratarse de un artículo que principalmente trata sobre la historia de la radio y los podcasts.


Allá por 1920, en la ciudad norteamericana de Pittsburgh tuvo lugar un acontecimiento que iba a quedar marcado en la historia. Al menos en la historia de la radio. Y es que ese año, el mismo año en que nacían personalidades del calibre de Isaac Asimov, Miguel Delibes o Federico Fellini, el año en el que el crimen organizado se ponía las botas en Estados Unidos gracias a la recientemente impuesta Ley Seca, ese año apareció la primera emisora de radio comercial: la “KDKA”.

La “KDKA” fue la primera emisora de radio. Su aparición en Pittsburgh hizo cambiar de una manera radical la manera en la que las familias ocupaban sus ratos de ocio, la manera en la que eran informadas, la manera en la que escuchaban música y, en definitiva, hizo cambiar de manera radical la forma en la que la gente vivía sus vidas. 

Con algunos años de diferencia con respecto a Estados Unidos, en 1924 se inició las emisiones de varias emisoras de radio en nuestro país con Radio Ibérica a la cabeza. En la España de Primo de Rivera, por primera vez se pudo acceder a las noticias sin tener que esperar a que las trajera el periódico mucho tiempo después de haber sucedido. Era la primera vez que no era necesario salir de casa para estar informado. Con ese aparato de radio que, poco a poco, fue haciéndose sitio en el centro de los salones de las principales casas españolas, se podía saber lo que acontecía casi al instante. Y es que las primeras emisiones consistían en noticieros (“diarios hablados”, como eran conocidos por aquel entonces) aunque, poco a poco, la temática se fue ampliando y aparecieron espacios musicales, culturales y, posteriormente, retransmisiones deportivas y taurinas. Todo esto llevó a que las familias (y los vecinos de éstas que no podían permitirse comprar una radio pero visitaban a los poseedores del aparato con mucha más frecuencia que antes) se agolpasen al rededor de estos nuevos reyes del hogar para acceder a contenidos que anteriormente les estaban vetados. ¿Cómo, de no ser gracias a la radio, iba a poder una persona de Cáceres acceder a los partidos de la liga española de fútbol que empezaron a jugarse en 1928?.

A partir de entonces, nadie pudo destronar a la radio como centro neurálgico de todos los hogares españoles, como punto de encuentro para la familia, como centro de información y de ocio. Parecía que ese reinado iba a ser indefinido hasta que, allá por 1956, desembarcó en España algo que había revolucionado a los americanos poco tiempo antes: la televisión. Sin embargo, la televisión era un aparato mucho más caro, al que no todo el mundo podía acceder, y que además requería que se instalase una antena especial en la casa. Algo caro y complicado. Por eso, algunos no le vieron mucho futuro. Sobretodo teniendo en cuenta que la radio se encontraba en pleno esplendor. Radionovelas como la de “Ama Rosa” en 1959 eran acontecimientos nacionales que detenían el país y que hacían que no pareciese que la radio fuese a ser batida por la reciente llegada de la televisión. La radio no moriría nunca.

Y, no, la televisión no consiguió hacer desaparecer a la radio aunque, como todos sabemos, la primera sí que le quitó el puesto en el centro del salón a la segunda que, a partir de ese momento, fue perdiendo cada vez más y más público. No hasta unos niveles preocupantes, pero sí de manera progresiva. La radio siempre ha tenido sus fieles, posiblemente gracias a los grandes profesionales que ha tenido. Grandes comunicadores que han conseguido que en determinados casos, incluso hoy en día, las emisoras de radio todavía sigan siendo un negocio rentable.

Sin embargo, desde la aparición de la televisión, se puede decir sin temor a equivocarse que la radio no ha sabido seguirle la estela al invento con imágenes. La televisión ha ido renovándose gracias a novedades tecnológicas como el color, el sonido estéreo o, más recientemente, la televisión digital terrestre. La radio, por el contrario, a excepción de la utilización de la banda de FM, no ha aportado ningún avance tecnológico significativo que la haya renovado de cara al público. Aunque sigue manteniendo una audiencia fiel, son muchos los que la identifican como un medio caduco.

No obstante, la radio sigue teniendo algo que atrae a mucha gente. Y no sólo como oyentes sino que también ha sido visto como un medio ideal para expresar las opiniones de cualquiera. Así nacieron las radios libres. Emisoras que, de una manera alegal inundaban las ondas sonoras de las principales ciudades. Emisoras que no contaban con grandes medios (bastaba con un par de micros, una mesa de mezclas un equipo medianamente potente y una antena bien situada), que no tenían una cobertura geográfica muy grande, pero que disponían de un conjunto de personas con ganas de comunicar. Y es que, mientras haya gente con ganas de hablar y ser escuchada, es muy difícil que la radio desaparezca.

Pero las radios libres también tenían sus días contados. Fueron varios los factores que las hicieron desaparecer hasta cifras casi insignificantes: esa poca cobertura que hacía que el número de oyentes fuese muy pequeño, la aparición de otros medios de distracción para el público potencial (como el consumo de cine en casa gracias a vídeos primero y DVDs después o, sobretodo, internet), o la persecución por parte de organismos oficiales que pedían que para emitir se contase con una licencia. Licencias que era muy difícil obtener y que, si se conseguían, solían ser muy costosas.

Por lo tanto, nos encontramos con una radio que cada vez pierde más oyentes (por culpa de la televisión y, luego, internet), que no evolucionan tecnológicamente y que no permite el acceso a los aficcionados. Ante esta situación, a mitad de los años 90 empieza a surgir un fenómeno que se vio como la solución a todos estos problemas: las radios por internet. Estas nuevas radios resolvían varios de los problemas que existían con la radio tal y como se conocía hasta ese momento: no había que pagar licencias, la cobertura no se restringía a un radio de unos pocos centenares de metros y cualquiera podía montar su propia emisora. Y es que muchas de estas emisoras de radio no eran más que un micrófono conectado a un ordenador personal. Se había democratizado la posibilidad de hacer radio.

Sin embargo, la gran revolución no llegó hasta el año 2004. Es ese año, primero en Estado Unidos y posteriormente en otros países, cuando aparecieron los podcasts. Así, el 18 de octubre de 2004 se publica el primer podcast en español, el número 1 de Comunicando, el podcast del Maestro José Antonio Gelado. Se puede decir que es este formato, el del podcasting, y no el de la radio por internet, el que congrega todas las ventajas de la radio y evita todos sus inconvenientes. Al contrario de lo que ocurría con las radios por internet, el podcast te permite escuchar tu programa favorito en cualquier sitio y en cualquier momento. Con la radio por internet tenías que permanecer al lado del ordenador para escuchar el programa a la hora en la que era emitido.

La movilidad y la libertad de horarios son dos grandes bazas de los podcasts que, junto a otras, como la posibilidad de elegir los contenidos a escuchar, han hecho de este medio la evolución ideal de la radio. La radio no ofreció ninguna innovación tecnológica en más de 70 años y, de repente, se encontró con un lavado de cara radical, una modernización instantánea. Con el podcasting, se puede decir que había nacido la “radio 2.0”. 

Y es que son muchos los que quieren ver al podcasting como algo completamente distinto a la radio. Yo no soy de esa opinión. Yo creo que el podcasting es la evolución natural de la radio. La evolución que no pudo tener en mucho tiempo y que le ha llegado ahora de golpe. Los más puristas defienden que el podcasting es amateur y los podcast de radios comerciales “no son podcasts”. Sin embargo, opiniones de este tipo nos llevarían, por analogía, a decir que las radios libres no eran radios por no tener fines comerciales.

Mi opinión es que la evolución de la radio, de como la conocíamos hace unos años al formato podcast, se ha llevado a cabo inicialmente por parte de los aficcionados que querían “hacer radio” sin limitaciones y pudiendo ofrecerle ese producto a unos oyentes que tampoco tuviesen ninguna limitación (de programación, horario, ubicación, etc.).

Esta evolución tecnológica de la radio que iniciaron los aficcionados fue posteriormente seguida por las empresas que ostentaban licencias de radiodifusión. Así, ahora mismo, todas las principales radios comerciales se han apuntado al podcasting al descubrir la evidencia de que era la evolución tecnológica natural.

Por eso, sin lugar a dudas, se puede decir que el podcast salvó a la estrella de la radio.

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